Tomado de: Consumo Alterno
El próximo sábado, 11 de mayo, es el Día Mundial del Comercio Justo. Algo
que, en verdad, me produce cierta tristeza. Los días mundiales tienen
un punto de "premio de consolación". Puesto que durante todo el año
pasamos olímpicamente del comercio justo, le permitimos que salga a la
calle un día al año, que plante mesas plegables para vender café y
chocolate, que remueva vagamente nuestras conciencias con sus informes y
proclamas y adiós muy buenas, hasta el año que viene.
Me ponen triste días así porque revelan que nos importa muy poco qué consumimos.
Nos importa el precio, eso sí. Y por precio entendemos lo que abonamos
al pasar por caja. Pero lo aparentemente barato puede salir caro. Eso
suele decirme mi madre. ¡Y cuánta razón lleva! Lo barato sale caro
porque tras ese precio ajustado estamos pagando a veces sin pretenderlo
relaciones comerciales injustas, explotación laboral y de mano de obra
infantil, negación de derechos laborales, destrucción de recursos
naturales, discriminación entre hombre y mujer... Esto por mencionar
algunas lindezas. La tragedia de Bangladesh
está devolviéndonos la imagen del espejo y, no es sorpresa para nadie,
no salimos muy bien parados. Ojalá que de todo ello surja una revisión colectiva sobre lo que entendemos por precio.
Me gusta el comercio justo por todo lo que no es, a
saber, esas lindezas citadas en el párrafo anterior, y por lo que genera
en mí: me obliga a tomarme en serio como consumidora.
El año pasado tuve la suerte de conocer a una mujer de un grupo
productor de café de comercio justo de Nicaragua. Eva Pineda, que es
técnica de la cooperativa Aldea Global, me
contó de la discriminación atávica que sufre la mujer rural en
Nicaragua, de las jornadas interminables de trabajo durante la época de
cosecha, pero también de cómo su cooperativa reinvierte los beneficios
en la comunidad, en forma de clínicas móviles, asistencia técnica,
créditos y en un programa de género que tiene por objetivo ayudar a las
socias a acceder a la propiedad de la tierra que se les niega por ser
mujeres, campesinas y pobres. Una triple maldición. Una tierra que les
pertenece por herencia aunque no haya papel ni registro oficial de por
medio. Y me dije a mí misma que a partir de entonces sólo compraría ese café, porque huele a justicia y a libertad.
Quizá tú también quieras conocer otras alternativas de consumo porque
sospechas que sin pretenderlo estás colaborando con un sistema injusto,
que premia al listillo y castiga al honrado. O quizá no creas que hay
alternativas reales, prácticas, al alcance de tu mano y de tu bolsillo
para escapar del consumismo desaforado. Si es así, estás de suerte: has
encontrado tu blog. Aquí te daremos a conocer muchas opciones para pensar y practicar otro tipo de consumo, más responsable, justo, alternativo, ético, sotenible, bio, consciente, eco-nómico, orgánico, transformador, colaborativo, slow, ecológico... Por adjetivos no va a quedar. ¿Te apuntas entonces al Alterconsumismo?
Si quieres conocer más sobre el comercio justo, los criterios que lo
rigen, y sobre las actividades que se celebran el sábado 11 por toda
España con motivo del Día Mundial, consulta la página web de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.
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