domingo, 14 de julio de 2013

Fundamentos Basicos del Marxismo


Tomado de: Articulo original


El marxismo es el conjunto de doctrinas políticas y filosóficas derivadas de la obra de Karl Marx, filósofo, economista, periodista y revolucionario del siglo XIX y de su amigo Friedrich Engels. Marx y Engels se basaron en la filosofía de Hegel y de Feuerbach, ambos alemanes, la economía política de Adam Smith, la economía ricardiana y el socialismo francés del siglo XIX para desarrollar una crítica de la sociedad que es tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su expresión más sistemática en su obra más importante, El capital: crítica de la economía política. Además de las raíces mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis Althusser, Toni Negri o Miguel Abensour han señalado en la obra de Marx, el desarrollo de temas presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza.
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Georg Wilhelm Friedrich Hegel

Hegel propuso una forma de idealismo en el que las ideas se desarrollaron gradualmente en la historia. Marx conservó el énfasis histórico de Hegel, pero propuso una tesis, contraria a la de Hegel, de que es el desarrollo de la producción, de sus fuerzas productivas y relaciones de producción son las que determinan el curso de la historia, la base de su desarrollo; y que las ideas se alzan sobre esta base, y no a la inversa. Marx resume su teoría filosófica materialista de la historia, en el materialismo histórico, en Contribución a la crítica de la economía política: "En la producción social de su existencia, los hombres inevitablemente entablan relaciones definidas que son independientes de su voluntad, a saber, relaciones de producción aptas para un estado dado del desarrollo de las fuerzas materiales de producción. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el que se alza una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas definidas de conciencia intelectual. No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino su existencia social la que determina su conciencia".
Marx recalcó que el desarrollo de la vida material entrará en conflicto, y la principal contradicción del sistema capitalista es que el trabajo es social, pero la forma de apropiación de éste es privado. Estas contradicciones, son la fuerza motriz de la historia. Como ejemplo de sus ideas, Marx habló -principalmente- del desarrollo del capitalismo a partir del feudalismo y predijo el desarrollo del socialismo a partir del capitalismo.

Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830 del siglo XIX) y del periodo revolucionario de 1848, Marx desarrolla una teoría económica capaz de aportar explicaciones a las mismas, pero a la vez de interpelar a las clases populares a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario.












Karl Marx



Friedrich Engels

Para Marx, la determinación de la magnitud de valor de una mercancía es la cantidad de trabajo requerido socialmente para producirla. Esta es la conocida teoría del valor trabajo. Así, criticando la teoría de David Ricardo del valor–trabajo, deduce que el salario es el valor de la mercancía fuerza de trabajo, y como todo valor, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción y reproducción de la misma, en este caso para la producción y reproducción de la mercancía fuerza de trabajo, da el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia del trabajador. Por otra parte, el capitalista comprador de la fuerza de trabajo consume dicha mercancía en el proceso de producción donde el trabajador rinde durante un tiempo (jornada laboral) que excede la cantidad de tiempo necesaria para su reproducción como obrero (salario), es decir el valor de la fuerza de trabajo y su valorización en el proceso de trabajo son factores distintos, cuya diferencia determina la magnitud de la plusvalía (ejemplo de Marx en el Capital 1: "que para alimentar y mantener en pie la fuerza de trabajo durante veinticuatro horas haga falta media jornada de trabajo, no quiere decir, ni mucho menos, que el obrero no pueda trabajar durante una jornada entera). Esta plusvalía es apropiada por el capitalista y de ella procede la ganancia. Esta apropiación constituye la base fundamental del modo de producción capitalista y a su vez estas condiciones materiales determinan la superestructura, es decir las formas y contenidos de la conciencia expresadas en el arte, la política, la religión y también el derecho. Esta contradicción fundamental (producción colectiva vs. apropiación individual) bajo el régimen de producción capitalista reviste la forma de Ley general de la acumulación capitalista que consiste en que cuanto mayor es la riqueza social, es decir el capital en funcionamiento y por tanto, tanto mayor es la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva del mismo, tanto mayor es el ejército de reserva, y por tanto a medida que crece la acumulación de capital crece la acumulación de miseria, y algunos de sus fenómenos son la disminución de la tasa de beneficios a la vez que la concentración del capital en muy pocas manos.
Marx distingue dos tipos de capitales, el capital variable y el capital constante. Los medios de producción y las materias primas utilizadas durante el proceso de producción se consideran como capital constante debido a que solo transmiten su valor a la nueva mercancía producida. Sin embargo, la única mercancía capaz de crear la plusvalía es la fuerza de trabajo. Así esta se convierte en capital variable, puesto que gracias a su utilización se genera un valor que no es pagado por el capitalista.
La tasa de explotación se calcula gracias a la fórmula Pl/V en donde V es la cantidad de capital variable utilizado, es decir el capital invertido en salarios, y Pl la plusvalía obtenida luego del proceso de producción. También se puede calcular gracias a trabajo no pagado / trabajo pagado.
Existe también la composición orgánica del capital C/V que muestra la sumisión del obrero a los instrumentos de trabajo o máquinas. En el modo de producción capitalista, esta composición orgánica tiende a aumentar puesto que el capitalista substituye progresivamente la mano de obra demasiado cara por máquinas. En términos anteriores, reemplaza capital variable por capital constante. Esto se debe a que los capitalistas entre ellos, al estar en competencia, tratan de disminuir sus costos para que su producto tenga el mismo valor que los demás, pero cueste menos hacerlo. Así buscan aumentar la productividad gracias al empleo de maquinaria. Sin embargo, esta práctica se generaliza en todas las empresas del sector, y entonces, al haber un cambio en la productividad, se genera un cambio en el valor de la mercancía puesto que ahora cuesta menos producirla. Hay una tendencia a aumentar la productividad y a reducir relativamente la cantidad de capital variable frente al capital constante. Esto genera una baja en el valor de los productos. Marx esboza así una teoría sobre la baja tendencial del beneficio ya que como el capital variable es el único que crea valor, es decir la plusvalía, y el capital constante solo lo transmite, hay cada vez menos creación de valor. La tasa de beneficio tiende a cero.
Sin embargo Marx sugirió que era solo una tendencia ya que los capitalistas podrían extraer más plusvalía según nuevos métodos, como la reducción de los precios de los bienes de consumo gracias al libre comercio, o una nueva organización del trabajo como lo fue el taylorismo. Así, la contradicción principal del capitalismo según Marx es el antagonismo de clases entre la clase capitalista y la clase proletaria.
La necesidad de la revolución implicada en tales contradicciones está determinada por las tensiones que se derivan del hecho de que las fuerzas productivas sobrepasan y se ven limitadas por las relaciones de producción, para el capitalismo tal revolución consiste en la «expropiación de los expropiadores» y movimiento final de la dialéctica de la propiedad privada y su abolición, que en el pensamiento de Marx se concreta en un horizonte político concreto: el socialismo, antesala a su vez del comunismo. El materialismo dialéctico, es decir la dialéctica del modo en que el hombre produce sus medios de vida, de la que se deriva su alienación, constituye para Marx la historia humana (para Marx: la historia humana es la historia de su alienación y de la abolición de dicha alienación), historia que a cada momento solo puede ser entendida según sus diferentes modos de producción, y la lucha de clases inherente, por ejemplo, esclavista, feudal, capitalista y comunista.
Las obras de Marx han influido a un buen número de teóricos y políticos, en un buen número de ocasiones enemigos entre sí. Por una parte, habría que señalar la interpretación que han realizado leninistas, trotskistas y maoístas, partidarios de que una vanguardia del proletariado se haga con el poder a través de la fuerza, para así avanzar hacia el socialismo: URSS, Albania, China, Cuba. Por otra, la que realiza la socialdemocracia, en sus orígenes contraria a la táctica revolucionaria y partidaria de avanzar hacia el socialismo a través de progresivas reformas parlamentarias (hay que decir que la mayoría de partidos socialdemócratas han ido poco a poco reformando sus planteamientos, hasta aceptar la economía de mercado). Asimismo, hay teóricos que se sitúan entre estas interpretaciones y defienden una revolución radicalmente democrática (algunos rechazan la idea de conformar un partido político, por ejemplo), y otros que aplican el marxismo al estudio de
determinadas ciencias (Historia, Arte, Antropología, etc.).

La economía política es esencial para esta visión, y Marx se basó en los economistas políticos más conocidos de su época, los economistas políticos clásicos británicos, para ulteriormente criticar su forma errónea de pensar. La economía política, que es anterior a la división que se hizo en el siglo XX de las dos disciplinas, trata las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. Marx siguió a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es el valor agregado por los trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de la explotación la desarrolló en El capital, investigación “dialéctica” de las formas que adoptan las relaciones de valor.
El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente su primer capítulo, se encuentra el núcleo del análisis. Aquí tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel, y rara vez se lee la obra tan cabalmente como lo pide Marx en su introducción. El método de presentación procede de los conceptos más abstractos, incorporando paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo estrato de determinación y proyectando los efectos de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación total de las relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En estas obras Marx demuestra científicamente las bases de las diferencias entre los seres humanos y sobre la teoría de la apropiación del trabajo, la "plusvalía", entre muchas otras cosas.
Marx criticó a Smith y Ricardo por no reparar en que sus conceptos económicos reflejaban instituciones específicamente capitalistas, no propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no se podían aplicar intactos a todas las sociedades. La teoría marxista de los ciclos económicos, la del crecimiento y desarrollo económico, especialmente en dos modelos sectoriales, y la de la caída en el índice de rendimiento o teoría de crisis, son otros elementos importantes de la economía marxista.

La economía política es esencial para esta visión, y Marx se basó en los economistas políticos más conocidos de su época, los economistas políticos clásicos británicos, para ulteriormente criticar su forma errónea de pensar. La economía política, que es anterior a la división que se hizo en el siglo XX de las dos disciplinas, trata las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. Marx siguió aAdam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es el valor agregado por los trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de la explotación la desarrolló en El capital, investigación “dialéctica” de las formas que adoptan las relaciones de valor.
En su labor política y periodística Marx y Engels comprendieron que el estudio de la economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se dedicó principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres. Marx se basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para recuperar de ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar críticamente sus errores.
Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se dividió en dos.
Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plustrabajo no retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos sobre economía política (Trabajo asalariado y capital1 de 1849, Contribución a la Crítica de la Economía Política1 de 1859, Salario, precio y ganancia1 de 1865) su obra cumbre al respecto es El Capital.
El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y particularmente en su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx empieza desde la "célula" de la economía moderna, la mercancía. Empieza por describirla como unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. A partir del análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría del valor, donde encontramos que el valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una mercancía como equivalente de todas las demás (dinero).
Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales de su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel.
La crítica de Marx a Smith, Ricardo y el resto de los economistas burgueses residen en que su análisis económico es ahistórico (y por lo tanto, necesariamente idealista), puesto que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley general de la acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, son otros elementos importantes de la economía marxista.

Los marxistas consideran que la sociedad capitalista se divide en clases sociales, de las que toman en consideración principalmente dos:
  • la clase trabajadora o proletariado: Marx definió a esta clase como «los individuos que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción», a quienes consideraba responsables de crear la riqueza de una sociedad (edificios, puentes y mobiliario, por ejemplo, son construidos físicamente por miembros de esta clase; también los servicios son prestados por asalariados). El proletariado puede dividirse, a su vez, en proletariado ordinario y lumpen-proletariado, los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar trabajo lícito con regularidad. Éstos pueden ser prostitutas, mendigos o indigentes.
  • la burguesía: quienes «poseen los medios de producción» y emplean al proletariado. La burguesía puede dividirse, a su vez, en la burguesía muy rica y la pequeña burguesía: quienes emplean la mano de obra, pero que también trabajan. Éstos pueden ser pequeños propietarios, campesinos terratenientes o comerciantes.
Marx desarrolló estas ideas para apoyar su defensa del socialismo y el comunismo. «Los filósofos solamente han interpretado el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata es de cambiarlo.» (Tesis XI sobre Feuerbach). El comunismo sería una forma social en la que este sistema habría terminado y las clases trabajadoras serían las únicas beneficiarias de los «frutos de su trabajo».
Algunas de estas ideas las compartieron los anarquistas, aunque difirieron en sus creencias respecto al modo de acabar con la sociedad de clases. Los pensadores socialistas opinaron que la clase trabajadora debía apropiarse del Estado capitalista existente y convertirlo en un Estado revolucionario obrero que implantaría las estructuras democráticas necesarias para luego marchitarse. En el bando anarquista, gente como Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin afirmaron que el Estado o cualquier forma de autoridad y centralización de poder, per se, era el problema (político-económico), y que destruir esto debía ser el objetivo de toda actividad revolucionaria.
Muchos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos han afirmado fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente importantes son los movimientos socialdemócratas de la Europa del siglo XX, la Unión Soviética y otros países del bloque oriental, Mao y otros revolucionarios en países agrarios en desarrollo. Estas luchas han agregado nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han transmutado tanto el marxismo que resulta difícil especificar el núcleo de éste.
Actualmente las transformaciones socio-económicas han obligado a repensar al marxismo en una línea llamada posmarxismo en la cual se encuentran autores como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
Se acostumbra hablar de teoría marxista cuando se hace referencia a la aplicación de planteamientos marxistas a diversas cuestiones no estrictamente económicas o políticas, como la religión, el arte, la relación entre sexos o razas, etc., sin necesidad de asumir la totalidad de las ideas marxistas.

El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió al respecto que la religión es el opio del pueblo. La fundamentación filosófica del rechazo de la religión ha sido desarrollada por el materialismo dialéctico de autores como Engels y Lenin.
La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra, la protesta contra la miseria real.
La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu
de una situación carente de espíritu.
Es
 
el opio del pueblo
La referencia al opio ha prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es -como suele suponerse- un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un narcótico analgésico. Este equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una confusión frecuente respecto de la sentencia marxista. La cita completa revela el por qué de la referencia a un opiáceo: jamás pretende que la religión se considere una forma de degradación intelectual ni tampoco una mera ilusión generada por las clases dominantes (interpretación no marxista que suprimiría la idea que éste tenía de la ideología, esto es, la ilusión de universalidad dentro de cada clase), sino que la religión sea, por el contrario, el anestésico necesario de la sociedad entera frente a la alienación social y de las clases oprimidas frente a sus condiciones materiales de existencia.
En Marx, la crítica de la religión no es una defensa del ateísmo, sino la crítica de la sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión de estas condiciones y la realización plena de la comunión humana se desvincula de la condición biológica, proyectándose "al cielo" como intervención divina en una parusía futura, particularmente en el especial caso del cristianismo,3 en vez de construirse políticamente mediante la abolición de la propiedad privada y la división del trabajo. El fundamento filosófico del rechazo marxista de la religión ha estado vinculado al desarrollo del materialismo dialéctico por parte de Engels y Lenin.
En cualquier caso, ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly y a diversos autores dentro de la teología de la liberación como Camilo Torres y Leonardo Boff. Pero la crítica teórica hacia cualquier religión se basa en que ésta es concebida como el resultado de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la fabricación de ideas ideológicas que se hace una sociedad sobre sus propios modos de producción económicos. Así, la religión siempre es una concepción de ideas políticas que tienden a reafirmar la estructura económica existente. Los textos marxistas donde se puede encontrar información sobre la concepción marxista de la religión son: La ideología alemana de Marx y Engels, y La filosofía como arma de la revolución de Louis Althusser. Marx describe a la religión como un ente alienador, el cual le pone como meta alcanzar a Dios, situación imposible para un humano pues Dios es la esencia humana deificada, es decir: la humanidad le ha dado sus mejores características a Dios. La religión haría conformista al hombre y lo obligaría a no luchar en este mundo, pues este es solo un preludio del verdadero. La síntesis cristiano-marxista de los teólogos de la liberación replica que el marxismo no implica este aserto y que, de ser así, también las clases dominantes impregnadas de espíritu religioso serían conformistas respecto de su existencia material e incluso serían pasivas frente a un conflicto con otras clases sociales. Para estos, en cambio, la religión -y en particular la cristiana- siempre exige una lucha en este mundo en función de una comunidad religiosa: sea con o sin clases dependiendo de cómo se la entienda políticamente. Debe recordarse que para el catolicismo la resurrección es el regreso al edén en la tierra y que, aunque dependa de Dios, ningún esfuerzo individual tendría sentido si estuviera coronado por una muerte sin retorno (incluso si la realización plena de la humanidad pudiera hacerse sólo socialmente y no biológicamente como en la resurrección cristiana), ya que la salvación de cada hombre de acuerdo a su esfuerzo dentro del alienado mundo presente sólo puede ser asegurado con la eternidad y la participación en el mundo venidero. Esto es igualmente cierto tanto para el ideario de autorrealización personal de la derecha cristiana (calvinista o al menos reconciliada con la burguesía), como para la lucha de clases de la izquierda cristiana (marxista o no), como para las originarias posiciones ascéticas y apolíticas del cristianismo primitivo. Estas últimas en particular dieron forma estamental a la dicotomía interna entre la vida económica y la religiosa del occidente medieval extramundano y a su peculiaridad histórica de fusión entre "sociedad civil" y "sociedad política" descrita con atención por Marx en su obra Sobre la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con la opuesta de Nietzsche, a Max Weber, y que entroncaría en el debate marxista-weberiano sobre la influencia económica de la religión.
En su versión más ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de una forma de alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus virtudes para adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto es lo que ocurriría en particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda virtud que posee y toda idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser supremo de su propia creación, devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y propio destino a su voluntad y una trascendencia irreal posibilitada por su existencia.


La concepción materialista de la historia Marx resumió la génesis de su concepción materialista de la historia en Contribución a la crítica de la economía política (1859):




El primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció en 1844 en los “Anales francoalemanes”, que se publicaban en París. Mi investigación me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política. En Bruselas a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada por el señor Guizot proseguí mis estudios de economía política comenzados en París. El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social.
Al cambiar la base económica se transforma -más o menos rápidamente- toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción
Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués.
Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones social de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.

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