La geopolítica del miedo
El miedo se produce por un sentimiento de inquietud causado por
un peligro real o imaginario, y acaba consolidándose como una sensación
de inseguridad que, desde lo individual, se vuelve colectiva. Así, el
miedo de una sociedad es el estado de inseguridad.
Y, ¿quién protege a la sociedad? Los gobernantes. De ellos depende la
seguridad de las personas, siempre y cuando haya algún temor que las
inquiete o preocupe. Con ausencia de miedo, el individuo no necesita ser
protegido por nadie. Y eso no conviene a los gobernantes.
A través de la historia, todas las instituciones que han tenido el
poder han utilizado el miedo para conseguir sus objetivos: las
instituciones religiosas con el pecado (el premio y el castigo), las
instituciones políticas con el delito (lo correcto y lo incorrecto), las
instituciones educativas con el saber (lo apropiado y lo inapropiado),
las instituciones económicas con el trabajo (lo productivo y lo
improductivo), y así varios ejemplos. Una vez el sistema se acepta como
correcto, el individuo tiene miedo a ser improductivo, a hacer algo
inapropiado, a ser castigado, etc.
Con la creación de las leyes, que determinan el bien y el mal,
aparecen los enemigos. Enemigo es todo aquel opositor que se cuestione
el sistema establecido, y puede estar dentro del sistema o fuera. Para
el enemigo interno existen las leyes, para el enemigo externo, la
guerra.
El concepto de enemigo justifica la existencia de los defensores del
sistema. Existiendo un enemigo (aunque sea potencial), tiene que existir
un ejército. Según la lógica del sistema y de la política del miedo,
el enemigo interno quiere derrotar a los poderes acabando con el
sistema, mientras que el enemigo exterior tiene como objetivo invadir.
En el escenario mundial actual, hemos asistido al nacimiento de un
“enemigo global”, el terrorismo, que actúa violentamente reivindicando
sus causas particulares. La imposibilidad de previsión o control sobre
este enemigo (que no tiene nacionalidad), inquieta a la sociedad, no ya
de un país concreto, sino de todo el mundo.
Todo empieza con un derrumbe
Aunque la famosa caída del muro de Berlín es posiblemente el derrumbe
más famoso de la Historia, y fue un hecho decisivo para el desarrollo
del orden mundial político, económico, cultural, militar y social que
vivimos hoy en día, no es este derrumbe el que inicia la dinámica de la
desconocida geopolítica del miedo. Este concepto, novedoso para muchos, refleja muy bien cómo funciona el mundo actualmente.
La caída del Muro de Berlín sirvió para consolidar a Occidente como
referente del modelo político y económico perfecto. A partir de este
momento histórico (la desaparición del bloque comunista o, al menos, de
su fuerza geopolítica), la primera potencia mundial, Estados Unidos, y
sus seguidores (los países occidentales),
no tenían un enemigo poderoso que les hiciera frente política,
económica o militarmente. Así pues, se afirmó la supremacía occidental,
encabezada por Estados Unidos.
La consolidación del modelo occidental significa “el fin de la
Historia”, según el politólogo Francis Fukuyama, quien asegura que con
este proceso hemos asistido a “el punto final de la evolución ideológica
de la humanidad y la universalización de la democracia liberal
occidental como la forma final del gobierno humano”. Una reflexión que
merece ser leída dos veces.
La geopolítica del miedo, que nace precisamente en el corazón de
Occidente, está más relacionada sin embargo con otro derrumbe mucho más
reciente que el del Muro del Berlín: el ataque a las Torres Gemelas, el
11 de Septiembre de 2001.
Este acontecimiento fue retransmitido por todo el mundo, y los medios
de comunicación lo publicaron como si el terrorismo fuera una amenaza
que se había extendido globalmente. Las torres en llamas y los impactos
de los aviones se pudieron ver repetidos durante semanas, clavándose en
los ojos de las personas, que jamás olvidarían aquel momento.
Inmediatamente después de los ataques, el Gobierno estadounidense, que
asumió que la seguridad nacional estaba seriamente amenazada, comenzó
una guerra contra el terrorismo a escala internacional.
Según algunos autores, el 11 de Septiembre tuvo un efecto positivo,
ya que permitió dimensionar los peligros globales, como el terrorismo
internacional, propiciando una mayor cooperación entre los países (Beck,
U. 2002). Para otros, el papel de “policía global” que había adoptado
Estados Unidos y las medidas de seguridad que ponía en marcha, como la
Guerra de Irak (2003-2011), suponían acciones e intervenciones
ilegítimas a favor de la seguridad nacional (Todorov, T. 2008).
El 9/11 ha sido posiblemente el día más importante del S.XXI. Sirvió
para determinar el orden mundial actual, que se ha perpetrado mediante
una inteligente estrategia politico-militar por parte de Estados Unidos y
sus aliados. A partir de ese momento, portar la bandera en defensa de
la seguridad y la paz justifica cualquier acción, aunque sea bélica.
Conceptos como “seguridad nacional”, “guerra de prevención”, “doctrina
del shock” o “terrorismo internacional” sustentan la teoría de la
geopolítica del miedo.
Todo sea por “la seguridad nacional”
Es uno de los mantras del Gobierno de Estados Unidos. La
seguridad nacional está presente en todos los discursos oficiales y se
ha instalado en las cabezas de los ciudadanos, que están convencidos de
que hay un enemigo que pretende atacarles.
Si en el S.XX el enemigo de la seguridad nacional estadounidense eran “los comunistas”, en este S.XXI el principal enemigo es el mundo islámico.
A partir de este momento, cualquier acción contra “el enemigo” está
justificada porque “está en peligro la seguridad nacional”.
De esta manera, la invasión de Afganistán queda justificada por los
ataques a las Torres Gemelas, o la invasión de Irak por el potencial
peligro que supone el régimen iraquí para la seguridad nacional de
Estados Unidos.
La defensa de la seguridad nacional acaba legitimando la toma del
poder por parte de las fuerzas armadas y la violación sistemática de
los derechos humanos. Las guerras que buscan la seguridad y la paz
Mediante la expansión del miedo, impulsada por la necesidad de tener
siempre un enemigos, se ha conseguido que gran parte de la población
occidental esté excesivamente atemorizada por la amenaza terrorista.
Así, ha crecido un odio hacia ciertos grupos étnicos y determinados
países que difícilmente va a poder ser superado.
A través de mentiras y constantes ataques mediáticos, la sociedad
occidental ha interiorizado el mensaje que, desde el poder, se quería
transmitir: Venezuela es mala. Irán es malo. Los musulmanes son
sospechosos. Hay que aumentar el gasto militar. Hay que estar
preparados. Lo más importante es la seguridad nacional. Estamos en
peligro. Cuba es mala. Corea del Norte nos quiere aniquilar. Hay que
intervenir en Afganistán. Hay que intervenir en Libia. Hay que
intervenir en Siria. Hay que tener más armamento que el enemigo.
Debemos
combatir el Eje del Mal… etc.
Como dijo Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se
convierte en verdad”. Y así funciona la política del miedo, que, además,
consigue su objetivo al promover el odio en su país y también en el
país enemigo. NOTICIA: El odio a EEUU incendia el mundo árabe (elcorreo.com)
El odio es la chispa que enciende los conflictos bélicos. ¿A quién
puede interesar que exista odio en el mundo? ¿Quién sale ganando cuando
hay una guerra? Más adelante lo analizamos.
Mediante las artes de la política del miedo no
sólo se consigue convencer a la población de que es necesario entrar en
guerra con tal país o invadir cierto territorio. Con el miedo, los
gobernantes alcanzan también sus objetivos políticos y económicos. Si un
gobierno quiere que la población apoye una decisión política, lo mejor
es hacer creer a las personas que esa decisión es la correcta. Y, ¿cómo
se consigue eso? Difundiendo la idea de que no tomar esa decisión es
incorrecto, inapropiado, catastrófico, inquietante, terrorífico.
La política del miedo en España
En España, un claro ejemplo de cómo funciona la política del miedo fue el ya célebre Referéndum sobre la OTAN,
realizado en Marzo de 1986, en el que se preguntaba a la sociedad
española sobre la permanencia de España en la OTAN, a la que pertenecía
desde Mayo de 1982.
En este acontecimiento se pudo asistir a dos prácticas muy utilizadas
en la política: el cambio de discurso y la manipulación de la opinión
pública a través del miedo.
El cambio de discurso se pudo observar de manera muy evidente. Antes
de entrar en el Gobierno, el PSOE se había manifestado en contra de la
permanencia en la OTAN, usando el eslogan “OTAN, de entrada no”. En
cuanto estuvo en el poder, esa posición cambió.
Además, la redacción de la pregunta fue considerada tendenciosa, pues
encaminaba a los ciudadanos hacia el SÍ a la hora de votar, tal y como
apoyaba el Gobierno. El papel que se entregó a todos los ciudadanos
españoles mayores de 18 años contenía el siguiente texto:
El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales,
que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha
permanencia se establezca en los siguientes términos:
- 1.º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
- 2.º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
- 3.º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.
¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?
La principal crítica al referéndum, además de la polémica redacción
de la pregunta, fue la intensa injerencia del presidente del Gobierno
español, Felipe González, quien el día anterior a la votación apareció
en la televisión, en prime time, advirtiendo de las
consecuencias negativas de votar en contra de la OTAN.
El presidente que
poco tiempo atrás había defendido el NO, ahora se presentaba en la
televisión, hablando ante todo el país, con un discurso diametralmente
contrario: era necesario apoyar el SÍ.
Un claro ejemplo de la política del miedo. ¿Cómo convencer a la
sociedad de que lo conveniente es es hacer algo? Transmitiendo la idea
de que no hacerlo traerá inseguridad, inquietud y resultados negativos
para el país. Así se convence a la gente, que no quiere sufrir este tipo
de consecuencias.
VIDEO: Felipe
González sobre el referéndum de la OTAN: “Fue un error serio. A los
ciudadanos no se les debe consultar si quieren o no estar en un pacto
militar. Eso se debe llevar en los programas y se decide en las
elecciones.” (fuente: RTVE.es)
En realidad el ingreso en la OTAN era la entrada definitiva en uno de
los dos bloques en los que estaba dividido el mundo en aquel momento.
España, después de décadas encerrada en un sistema dictatorial y
autárquico, era recibida con los brazos abiertos por el bloque
occidental, que representaba la libertad económica, la democracia y el
progreso.
El miedo que se transmitió a la sociedad fue el miedo a no pertenecer
a ningún bando, miedo a estar en tierra de nadie, miedo a estar solo,
miedo a no poder desarrollarse como país (este último es un miedo
comprensible, pero, ¿a caso no existe el desarrollo fuera del ámbito
occidental?). En definitiva, aunque fuera una organización militar (y,
en principio, a nadie le gusta la guerra), lo conveniente era seguir en
la OTAN, para así formar parte del selecto club de Occidente.
Junto con España, otros muchos países forman la Organización del
Tratado del Atlántico Norte, que, en la actualidad, vela por la paz y la
seguridad mundial de la mano del Ejército de Estados Unidos. La OTAN es
una de las principales organizaciones que ponen en práctica la geopolítica del miedo.
Enemigos por todas partes
Desde el mes de Octubre del año 2001 hasta nuestros días, Estados
Unidos encabeza una operación internacional en busca de los enemigos de
su seguridad nacional, que ahora ha pasado a ser la seguridad global.
Los enemigos de Estados Unidos son los enemigos del mundo, y así se
ratifica en los organismos internacionales, como la ONU, donde la
voluntad de Occidente (que es la voluntad de Estados Unidos), se hace
cumplir en el ámbito de la seguridad.
El Consejo de Seguridad de la ONU
parece tener la verdad absoluta en lo referente a lo militar y a la
guerra, y se erige como mediador de todos los conflictos. Como dice
Eduardo Galeano “parece que, hoy por hoy, las guerras están bien cuando
las Naciones Unidas las aprueban, y están mal cuando no las aprueban.”
Una de las claves de la geopolítica del miedo es que, en sus primeros
años de planteamiento, el enemigo era invisible. No era un ejército en
concreto ni un país determinado. Según Juan Manuel Fernández Chico, “la
envergadura del enemigo recaía en un sujeto invisible y marginado que
intentaba propagar el terror a través de pequeñas escaramuzas y ataques
suicidas. Esta figura permitió asociar la seguridad nacional a paisaje,
zonas y grupos sociales y étnicos, en parte por la necesidad de
encontrar una forma palpable al villano sin figura. El nuevo enemigo
global, que había golpeado lo más profundo de Estados Unidos, no era una
nación o un Estado, y podía esconderse en cualquier lugar, haciendo
vulnerable todo espacio público como aeropuertos, estaciones de metro o
plazas comerciales.” (Fuente: Revista Razón y Palabra).
En la actualidad, en cambio, el enemigo ya no es invisible. Está
detectado y señalado por el dedo acusador de Estados Unidos. En el S.XX
era obvio quién era el enemigo del mundo. Ronald Reagan lo dejó muy
claro cuando pronunció su famosa frase “the empire of evil” (el
imperio del mal), refiriéndose a la Unión Soviética. Con esa
calificación, Estados Unidos quería hacer saber al mundo entero qué
bando era el bueno y cuál el malo. Además de esa famosa frase, en el
mismo discurso Reagan afirmó que los Estados Unidos no sólo debían
igualar, sino exceder las capacidades militares estratégicas y globales
de los soviéticos. Toda una declaración de intenciones en busca de la
paz.
En este S.XXI, con la Unión Soviética desaparecida, los mensajes
oficiales siguen portando el mensaje de la política del miedo. En su
discurso de Estado de la Unión de 2002, el entonces presidente George W.
Bush utilizó la expresión “axis of evil” (el eje del mal) para
describir a los países que supuestamente apoyan el terrorismo. Las
naciones mencionadas por Bush en su discurso fueron Irak, Irán y Corea
del Norte, a los cuales se les sumaron posteriormente Libia, Siria,
Cuba, Bielorrusia, Myanmar y Zimbabwe.
Una vez realizada la identificación de los países enemigos, Estados
Unidos y el resto de países occidentales emprenden contra ellos una
política de aislamiento internacional acompañada por un constante ataque mediático
para perjudicar su reputación y difundir una mala imagen de ellos. Los
países considerados ‘enemigos’ por Estados Unidos nunca recibirán un
buen trato en los medios de comunicación occidentales. Esa es una de las
características de la política del miedo: la sociedad siempre ha de
sentir que tiene enemigos acechándola.
Además de ataques mediáticos y aislamiento internacional, Estados
Unidos impone una serie de sanciones a los países que considera
terroristas. Por ejemplo: vigilancia de las exportaciones, restricciones
en la ayuda económica, bloqueo de créditos en el Banco Mundial,
prohibición a ciudadanos estadounidenses a establecer relaciones
financieras con alguno de estos países… etc.
Aunque los tachados como ‘enemigos’ niegan su relación con el
terrorismo, Estados Unidos ya ha decidido que es hora de actuar. Antes
de darles tiempo a defenderse con argumentos, el ejército estadounidense invadió Irak,
un país que, según los servicios de inteligencia americanos, tenía
poderosas armas de destrucción masiva. La Guerra de Irak (2003-2011)
terminó con el derrocamiento del gobierno local y la victoria
occidental, pero no se encontró el armamento que se buscaba.
NOTICIA: Bush admite que su mayor error fue cree que había armas de destrucción masiva en Irak (elpais.com)
La Guerra de Irak está enmarcada dentro de una operación militar a gran escala es conocida como War on Terror (guerra contra el terror). Es una guerra contra el terrorismo internacional
que, desde el año 2001, a llevado a tropas occidentales a ocupar
distintos países del mundo: Somalia, Yemen, Pakistán, Irak o Afganistán.
Guerras en busca de la paz
Aunque suene irónico y hasta contradictorio, las guerras que emprende
Occidente siempre buscan la paz y la seguridad. Siguiendo esta teoría, guerra equivale a paz.
Lo que no dicen es dónde se instalará la paz gracias a la guerra. Una
guerra en defensa de la seguridad nacional, por definición, busca la paz
en la nación del que ataca, no en el país atacado. Así pues, la guerra
contra el terrorismo no busca la paz en el Medio Oriente, sino en los
países occidentales.
Para asegurar la paz, muchas veces es necesario adelantarse al mal.
Para ello los ejércitos occidentales han desarrollado las conocidas
como ”guerras de prevención”. Este tipo de ataques son los que mejor
evidencian la política del miedo. Sin necesidad de probar nada, con una
simple sospecha ante una posible amenaza, Occidente se justifica para
atacar con el discurso de: “atacamos porque este enemigo representa una
amenaza para nuestra seguridad nacional”.
Una de las más famosas “guerras de prevención” es la Operación Ópera,
que llevó a Israel a matar a diez iraquíes y a un francés en un rápido
movimiento militar contra una instalación nuclear al sur de Bagdad que
había sido puesta en marcha por Irak con ayuda de Francia, ratificando
ambos países que era con fines pacíficos. Israel no lo creyó así y vio
una potencial amenaza de su seguridad nacional. Así pues, una escuadra
de la Fuerza Aérea Israelí voló rápidamente hacia Irak, entró en su
espacio aéreo, bombardeó la instalación y volvió a casa tranquilamente.
Fue una operación de prevención, motivada por el miedo.
La siguiente viñeta de El Roto refleja muy bien cómo
funciona el miedo cuando se relaciona con la guerra. La geopolítica del
miedo, apoyada en las guerras de prevención, se basa en el dicho “más
vale prevenir que curar”. Una vez realizado el ejercicio de prevención,
se puede saber si era necesario o no atacar.
Cuando terminó la Guerra de Irak se
descubrió que el principal motivo por el cual se había atacado había
sido una mentira. En este caso la política se aferra a otro refrán: “Más
vale pedir perdón que permiso”. Las cifras de muertos en Irak varían
entre los 150.000 y el millón de personas. Las ganancias de la industria
armamentística occidental fueron mucho mayores.
INTERESANTE: ¿Por qué una guerra contra Irak?
En el caso más actual de la Guerra de Siria, Estados Unidos se ha declarado a favor del bando rebelde,
en contra del gobierno sirio. El apoyo económico y militar que EEUU
haga a los rebeldes dividirá a la comunidad internacional, ya que otras
potencias como Rusia o Irán apoyan al gobierno sirio. En este caso no se
puede hablar de guerra de prevención, pero sí de “guerra por la paz”.
Estados Unidos y Europa ya han desatado el miedo asegurando que el gobierno sirio tiene y utiliza armas químicas.
La justificación ya está hecha. El camino hacia la guerra tendrá el
visto bueno de la sociedad occidental. Y si, una vez acabada la guerra,
se demuestra que el gobierno sirio no tenía armas químicas, “más vale
pedir perdón…”.
NOTICIA: Rusia niega el uso de armas químicas en Siria (rtve.es)
En el siguiente mapa, elaborado por Le Monde Diplomatique y
titulado muy acertadamente “Geografía del caos”, muestra la región del
mundo que más está sufriendo la “guerra contra el terrorismo” llevada a
cabo por Estados Unidos y sus aliados. Esta zona, conocida como “el Gran
Oriente Medio”, comprende el territorio continental desde el Cuerno de
África hasta Pakistán.
Después de varios años de constantes noticias negativas sobre esta
región, la mayor parte de la opinión pública occidental tiene asumido
que es una zona peligrosa y repleta de terroristas que amenazan la paz y
la seguridad mundial. Así pues, la intervención de la OTAN y del
Ejército de Estados Unidos en estos países es necesaria, y vela por la
paz.
Pero, a la hora de valorar la intervención occidental en esta zona,
también hay que tener en cuenta un dato: es la región con mayores
reservas de petróleo del planeta. Por tanto, los intereses económicos y
geoestratégicos son más que evidentes. Resulta cuanto menos curioso que
sea justamente en los países con mayor riqueza de recursos energéticos
donde estén teniendo lugar las guerras y conflictos más graves.
Alguien podría caer en la tentación de pensar que los asuntos
geopolíticos en esta región del mundo se basan en la difusión del miedo
para justificar un proceso de invasión que lleve a Occidente a hacerse
con el control de las reservas de petróleo.
INTERESANTE: La privatización de la guerra
Además de buscar la paz en el exterior, con la geopolítica del caos
se consigue la paz en el interior. Si hay guerra con otros países, el
país está en paz consigo mismo. La población renuncia a enfrentarse al
gobierno porque éste está dedicado a proteger al país de los enemigos
exteriores. Es decir, la labor del gobierno se respeta en el país
gracias a la existencia de enemigos.
Como muy bien se dice en la famosa novela 1984, de George
Orwell, la guerra provoca que los ciudadanos no se levanten contra el
Estado ante el temor al enemigo; de esta manera se mantiene la paz.
El Gran Hermano orweliano podría ser el protagonista de este
artículo, pues refleja perfectamente la dominación de la sociedad a
partir del miedo. Esta entidad representa al poder: a los gobernantes, las instituciones, los poderes fácticos…
Uno de los brazos del Gran Hermano son los medios de comunicación,
a través de los cuales se convence y atemoriza a la población para
ganarse la legitimación de las acciones. A través de la información que
recibe, la población cree conocer bien al enemigo y, aunque en realidad
están siendo desinformados, las personas apoyarán cualquier acción de su
gobierno contra el rival.
NOTICIA: EEUU: El 66% de la población apoya la guerra contra Irak (emol.com)
Geopolítica del miedo en el otro bando
Con la identificación de enemigos, automáticamente el mundo se divide
en “buenos” y “malos”. Hasta ahora hemos repasado el uso que hacen “los
buenos” de la política del miedo, pero estas prácticas también son
utilizadas por “los malos”. Por ejemplo, ¿cómo se ve beneficiada Corea
del Norte por la geopolítica del miedo? Amenazando con seguir su programa nuclear si Estados Unidos no retira su ejército de la zona. Así consigue también sus objetivos geopolíticos, infundiendo miedo a Occidente.
Otro ejemplo, a escala nacional, lo encontramos en la política del
miedo usada por la banda terrorista ETA en España, que se beneficia de
tratos políticos con el Gobierno a cambio de no volver a la acción
armada. Es decir, amenazando con un regreso de la violencia, del terror,
esta organización consigue su propósito político. Es un chantaje
utilizando la política del miedo.
Lo mismo ocurre a escala global con el caso del Estado Palestino
y Occidente. La Autoridad Nacional de Palestina (ANP) es una
organización administrativa que gobierna la Franja de Gaza y parte de
Cisjordania. La ANP utiliza la política del miedo ante Estados Unidos,
Europa e Israel. Actualmente es un estado mantenido económicamente por
Occidente, a cambio de no extender el terrorismo. La ANP se dirige hacia
Occidente y transmite el siguiente mensaje: “¿Qué queréis? ¿Que nos
radicalicemos?”. Ante la posibilidad de un estallido terrorista en esa
zona contra Israel, a Occidente le conviene apoyar económicamente al Estado Palestino (cuyo
PIB depende en un 30% de las ayudas extranjeras), si bien es cierto que
políticamente se sitúa en el bando contrario, con Israel.
En el caso de Palestina, es curioso ver cómo Occidente se mantiene en
una posición incómoda entre las dos partes. Ayuda a Palestina sin dejar
de ser aliado de Israel. Y muchas veces esa situación es difícil de
comprender, como en el caso del aeropuerto que España construyó para los
palestinos en 1998 y que fue bombardeado y destruido por Israel en 2001.
Otro ejemplo del uso del miedo hacia Occidente por parte de otros
países es Marruecos y su gestión de la emigración hacia Europa. El país
del Magreb es la puerta hacia el Viejo Continente, y desde Europa la
inmigración se ve como un problema. Marruecos tiene “la sartén por el
mango” en el sentido de que puede controlar la salida de emigrantes.
Así, utiliza la política del miedo para chantajear a los países
europeos: “Si no nos ayudáis económicamente, dejaremos la frontera
abierta para que los emigrantes africanos puedan llegar hasta Europa”.
De esta manera, Marruecos recibe miles de millones de dólares cada año a
cambio de mantener las puertas cerradas y de impedir que lleguen
inmigrantes en masa a los países del Sur de Europa.
NOTICIA: “Marruecos sólo frena la emigración cuando necesita ayudas de la Unión Europea” (20minutos.es)
Como se puede comprobar, la táctica de utilizar el miedo se utiliza
tanto desde Occidente como desde otros países. En cambio la opinión que
merecen ambas partes es distinta. Cuando se trata de países no
occidentales, la política del miedo equivale a chantaje. Cuando son
Estados Unidos, Europa o Israel quienes se justifican con el miedo para
tomar decisiones militares, económicas o políticas, se está asistiendo a
un ejercicio de responsabilidad y de prevención.
La doctrina del shock
Una de las teorías más interesantes en cuanto al miedo y la política es la conocida como doctrina del shock, un concepto que nació en el año 2007 con la publicación del libro homónimo, de la periodista canadiense Naomi Klein.
El planteamiento de Naomi Klein sostiene que el capitalismo
neoliberal se alimenta de los desastres naturales, de la guerra y el
terror para establecer su dominio. Es decir, el poder y la hegemonía del
sistema se basan en el miedo, que nace de desastres, guerras y terror.
Todos ellos términos de connotación negativa. En cierta manera, se puede
decir que el capitalismo está muy relacionado con lo negativo.
En el libro y documental La doctrina del shock, se afirma
que las políticas económicas del Premio Nobel Milton Friedman y de
la Escuela de Economía de Chicago (neoliberales) han alcanzado
importancia en países con modelos de libre mercado no porque fuesen
populares, sino a través de impactos en la psicología social a partir de
desastres o contingencias, provocando que, ante la conmoción y
confusión, se puedan hacer reformas impopulares. Se supone que algunas
de estas perturbaciones, como la Guerra de las Malvinas, el 11 de
septiembre, el Tsunami de 2004 en Indonesia, o la crisis del huracán
Katrina pudieron haber sido aprovechadas con la intención de forzar la
aprobación de una serie de reformas.
En el documental se repasa cómo las teorías radicales de Milton
Friedman se pusieron en práctica, durante los años setenta, en países
tan dispares como en el Chile de Pinochet, la Rusia de Yeltsin, la Gran
Bretaña de Thatcher y, más recientemente, en Afganistán e Irak. The Shock Doctrine pone
al descubierto el lado más oscuro de la ideología de Friedman, tan
impopular que sólo pudo imponerse mediante la tortura y la represión.
En la actualidad no encontramos ejemplos tan dramáticos como los
expuestos en La doctrina del Shock, pero lo cierto es que, aprovechando
momentos de convulsión o conmoción (momentos de shock), como
una crisis económica, los gobernantes ponen en marcha políticas de
marcado carácter neoliberal que, de otra forma, no podrían haber
iniciado por ser impopulares.
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