La experiencia ha demostrado que existen varios tipos de socialistas,
casi tantos como constituciones psíquicas hay. No obstante, a primera
vista pueden distinguirse cuatro tipos principales y quizá si
fundamentales: 1.° el socialista tipo intelectual, que está dispuesto a
aceptar, y acepta, todo aquello que se le presenta como socialismo,
aunque ello no sea más que una banda de músicos y un tony o un
organillero con su mona; 2.° el socialista por afanes o principios
materiales, que está convencido de que el socialismo ha sido creado
únicamente para mejorar su situación económica; 3.° el socialista por
afanes o principios administrativos, que se cree llamado a dirigir,
ahora y siempre, a los anteriores; y 4.° el socialista por afanes o
principios morales. Al primero podrá encontrársele en las innumerables
sociedades de amigos del socialismo y al segundo y al tercero en los
partidos socialistas de todo el mundo. En cuanto al cuarto, rara vez se
le hallará acompañado de más de dos o tres personas. No es miembro de
ningún partido político y el socialismo de partido, por su parte, le
mira siempre con oblicuos ojos, considerándole siempre como un ser
demasiado independiente. Su excesiva independencia le hace sospechoso de
tibio socialismo y de otras cosas peores.
*
Demás está decir que el socialista por afanes o principios morales no
es un individuo que anhele el socialismo porque vive mal y quiera vivir
mejor o porque considere que la sociedad está mal organizada y peor
dirigida y estime que él es el llamado a organizaría y dirigirla mejor,
no; este socialista es socialista porque vive más o menos bien en un
mundo que vive decididamente mal. Al decir que vive más o menos bien no
queremos decir que viva en la opulencia o en la ociosidad; nada de eso:
carece de bienes de fortuna y debe ganarse la vida como cualquier hijo
de vecino. Vive más o menos bien en el sentido de que su inteligencia y
su espíritu tienen satisfacciones — sin índole política o social de
ninguna especie — que compensan sus angustias materiales o de otro orden
más elevado, procurándole un equilibrio de que carecen no sólo los
socialistas del segundo y tercer tipos sino que también la mayor parte
de los individuos que componen una sociedad cualquiera, sean esos
individuos de la clase que sean.
Esta condición es una condición de que él puede gozar en cualquiera
sociedad de tipo democrático y es obvio que no necesita esperar el
advenimiento del socialismo para disfrutar de ella, ya que, como se
comprende, es una condición natural. Siendo así, su socialismo es puro,
es decir, desinteresado: no lo desea para mejorar de situación ni
tampoco para reemplazar a los gobernantes o policías de la sociedad
actual, transformándose en un gobernante o en un policía socialista.
Nada de eso. Desea el socialismo exclusivamente porque su conciencia
moral le dice que es necesario que la humanidad, y dentro de ella
especialmente lo que se llama pueblo, cambie su actual situación por
otra más noble. No ve, por otra parte, en ninguna otra doctrina político
– social — las religiosas no le interesan — la grandeza que tiene el
socialismo.
*
Es innegable que el concepto que este socialista tiene de la libertad
en relación con el socialismo, es completamente diverso del que tienen
los demás tipos de socialistas: al segundo sólo le interesa vivir bien;
al tercero, mandar.
El tema del socialismo y la libertad fué puesto de actualidad cuando
el conocido líder de la plutocracia y del imperialismo británico, Mr.
Churchill — que años antes había declarado que si fuera italiano sería
fascista —, al atacar en mala forma al partido laborista durante la
última lucha electoral inglesa declaró que no podía haber socialismo sin
una policía que, como la Gestapo o la Gepeú, controlara todas las
actividades del individuo, incluso sus opiniones y hasta sus
pensamientos. Al leer esas palabras, lo primero que acudía a nuestra
mente era el recuerdo de Rusia, único país en que hasta este momento ha
ocurrido una experiencia llamada socialista y al cual, indudablemente,
se refería Winston Churchill, aunque sin nombrarlo. Ese recuerdo era
seguido de un amargo sentimiento: Mr. Churchill, a pesar nuestro y en lo
que a Rusia se refería, tenía razón.
Quedaba, sin embargo, una pregunta que era como una esperanza: ¿es en realidad Rusia un estado socialista?
*
La revolución de Octubre (o Noviembre) fue realizada bajo las
consignas dadas por Lenin en sus famosas diez tesis, de las cuales la
tercera y la quinta pedían el establecimiento de una república
soviética, en tanto que la sexta propugnaba la expropiación de los
latifundios, y la séptima y la octava la entrega a los soviets del
control de todos los medios de producción y de distribución. Era una
revolución para el pueblo y fué hecha por el pueblo; y como no hay en la
historia, y tal vez — felizmente — no lo habrá nunca, el caso de un
pueblo que haga una revolución para perder su libertad, asombra que
veintiocho años después de realizada aquélla alguien pueda decir, sin
encontrar a nadie que le diga — con serias razones — que miente, que su
fruto ha sido la creación de un estado en que una policía política
controla todas las actividades del individuo, incluso sus opiniones y
hasta sus pensamientos. ¿Qué causas han hecho posible semejante
desviación?
Esta desviación resulta tanto más extraordinaria si se recuerda que
en ninguna de las tesis de Lenin, padre de la revolución, así como en
ninguno de sus escritos, puede hallarse nada que no sea fruto del más
encendido amor a la libertad y al socialismo. Lenin era, sin duda, un
hombre violento y fanático, sarcástico e hiriente (¿qué papel habría
hecho en una sociedad de amigos del socialismo?), pero a nadie que no
sea un estúpido se le ocurrirá acusarlo de falta de amor al socialismo y
a la libertad.
*
Podríamos dar vuelta un año y otro año buscando aquellas causas, sin
que al final lográramos otro resultado que el de asegurar que existieron
y aun existen. Pero, examinando los acontecimientos ocurridos en
Petersburgo en 1917, podemos llegar a las siguientes conclusiones:
— La insurrección de Febrero fué un movimiento eminentemente popular, y como tal, de tendencia libertaria;
— La de Noviembre, aunque organizada y dirigida por un partido
político, el bolchevique, tuvo idéntica tendencia, ya que pedía todo el
poder a los soviets y el establecimiento de una república soviética;
— Esa consigna era de carácter socialista, y siéndolo, era también de
carácter libertario, ya que nadie puede imaginar que una república
dirigida por organismos populares como eran los soviets tuviere como
finalidad la de privar de libertad a los individuos que los formaban y
elegían;
— De lo que se desprende que existe una vital relación entre la libertad y el socialismo, siendo la primera condición sine qua non del segundo.
Con todo esto, y dando como aceptado tácita y explícitamente que en
Rusia no existe la libertad que el socialista del cuarto tipo concibe
como tal, llegamos a un final inesperado aunque fatal; el socialismo de
la Unión Soviética no es el socialismo de Marx, de Engels ni tampoco el
que Lenin diseñó en su famosa obra El Estado y la Revolución. Por
lo demás, nadie jamás ha asegurado que exista en Rusia tal socialismo y
nadie, si lo asegurara, podría demostrarlo. Cosa extraña, cuando Lenin
discutió sus tesis en la asamblea general del partido bolchevique, se
pronunció abiertamente contra la instauración del socialismo: «Nuestra
tarea — dijo — no debe ser la edificación del socialismo; debemos
ocuparnos, únicamente, de que el control de todos los medios de
producción y de distribución sean entregados a los soviets.» Era una
medida socialista, pero no era el socialismo. El socialismo vendría
después.
En 1945, todavía lo estamos esperando.
*
Pero, si en Rusia no existe el socialismo, las palabras de Mr.
Churchill no tienen significado ya que se refieren a algo que no existe.
Decir que no puede existir el socialismo sin una policía que controle
todas las actividades del individuo, incluso sus opiniones y hasta sus
pensamientos, es como decir que no puede existir la Atlántida sin un
gobernador que use calzoncillos de franela. Cuando exista la Atlántida o
cuando surja del fondo de los mares, si es que alguna vez llega a
surgir, podremos ver si eso es verdad; del mismo modo, cuando exista
socialismo, si es que llega a existir—no nos hacemos muchas ilusiones—,
veremos si podrá existir o no sin una Gestapo o una Gepeú.
Título: El socialismo y la libertad
Autor: Manuel Rojas
Disponible en: Babel, Revista de Arte y Crítica. Noviembre-Diciembre de 1945.
Autor: Manuel Rojas
Disponible en: Babel, Revista de Arte y Crítica. Noviembre-Diciembre de 1945.
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