Hoy en día, el término “política/o” se encuentra bastante desvirtuado.
Si leemos su significado en el diccionario nos inspira respeto, sin
embargo, llevado a la vida real podríamos percibirlo más como un
insulto.
En la Grecia Clásica estaban los politikós y los idiotikós. Los primeros
eran los ciudadanos (hombres nativos, libres y dueños de tierras) con
plenos derechos políticos que se interesaban por los asuntos del Estado y
participaban en los juicios, ocupando magistraturas o desempeñando
cargos. Los idiotikós, en cambio, (idio significa propio) eran los que
se ocupaban sólo de sus intereses particulares o privados. Por lo tanto,
si su interés genuino estaba en resolver los problemas públicos se lo
reconocía como un politikós, de otro modo era solo un idiotikós.
Grecia estaba formada por ciudades autónomas y soberanas llamadas polis.
No existía como único estado, sino como un grupo de pequeñas
ciudades-estado. Allí surgió la democracia como doctrina política en la
que el pueblo intervenía y participaba del gobierno. En tal punto,
coincidieron en que todo asunto del Estado era asunto de los ciudadanos.
Así, se distinguieron a los politikós de los idiotikós o idiota
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